DE FUENTIDUEÑA A EL ESCORIAL

Quería empezar escribiendo sobre una escuelita de escalada por la que mucha gente ha pasado y que se han ido olvidando de ella a medida que han ido escalando mas. Una escuela que como una madre nos ha llevado de la mano en muchas ocasiones hasta darte la confianza suficiente como para emprender vías y proyectos mas importantes que cuatro cuartos y algún 6a. Una escuela en la que cuando querías entrenar y hacer metros, pasabas la tarde entera haciendo todas sus vías de derecha a izquierda, y no se por que, cada vez que vamos seguimos haciendo lo mismo. Porque algunos seguimos yendo.

Esta escuela esta en Fuentidueña, en la provincia de Segovia, a una hora mas o menos de Valladolid. Se encuentra en la parte alta del pueblo, justo por el camino que va a las necrópolis y junto a la muralla que lo rodea. Allí se puede dejar el coche y dejamos las vías debajo nuestro. Pasamos por la muralla y bajando hacia la izquierda veremos las vías, de una caliza roja que contrasta con un cielo casi siempre azul, salvo cuando caen esos tormentones de gota gorda que en alguna ocasión nos ha pillado y que tan característicos son de esa zona, porque cuando cae... cae.

Llegando a las vías lo primero que vemos es una zona de desplome en donde se encuentran las vías mas duras y a medida que nos alejamos de ellas descubrimos toda la gama de cuartos y quintos que tiene la escuela salpicada de algún que otro 6a.

Ahora que pensamos un poco en El bicho es un sitio en el que puedes estar jugando con la peque y escalar cerca de ella, con lo que vuelve a ser un lugar adecuado para pasar la tarde.

La primera vez que fui a esa escuela (las historias del abuelo cebolleta), fue hace doce o trece años cuando me invitaron a echar una mano a equipar alguna de las vías que hoy siguen allí. Fueron algunas tardes maravillosas de limpiar y de cervezas en el bar que hay al lado del río, donde creo que pasábamos mas tiempo que en las propias vías, que era la excusa para ir hasta allí y tomar esas cañas con los amigos. Seguimos haciendo lo mismo, antes de subir a las vías un café y después de escalar un ratito pues unas cañas ¿o qué?.

Total, que sigue siendo una escuela que aunque pequeñita merece la pena visitar de vez en cuando, aunque sea para no olvidar los viejos tiempos y seguir tomando esas cervezas a la fresca del río.

Después de una ultima visita a esta escuela tocó visitar el lugar donde nació el boulder en España, El Escorial, donde Donatello todavía no había estado y yo llevaba mucho tiempo sin ir.

Dejamos a El Bicho en la guarde y allí mismo quedamos para tirar rumbo Madrid. Un viaje de dos horitas si no fuese porque el algún momento siempre cogemos la dirección que no es y terminamos buscando un sitio para dar la vuelta.

El sitio es impresionante, un paraje singular de bosques de roble sobre los que emergen bolos de granito por todos los lados. Donde la gente va a visitar la silla empedrada en la que  Felipe II pasaba las tardes al solillo, o pasea por los miles de senderos admirando las vistas de la sierra, monta en bici, va a merendar o se cuelga un crashpad a la espalda a la búsqueda de los bloques en los que hace ya tiempo alguien se le ocurrió pensar que se podían escalar.

Dejamos la furgo en el parking y tiramos a probar los bloques mas cercanos, porque como hay tanto donde elegir no esta mal pensar que cuanto menos andemos antes escalaremos.

Fuimos al sector Casa del Sordo donde comenzamos por hacer un V que calienta mas la cabeza que el cuerpo por la altura que tiene. Lo prueba Donatello, lo pruebo yo y algo por encima de la colcho nos hacemos caquitas, ¿es alto eh?. Pero llega Donatello y se encaloma al bloque como si lo que estuviese subiendo fueran las escaleras de su casa. Vaya miedo desde abajo, pero no vamos a ser menos y para arriba que vamos, el truco... no mirar abajo mas que para poner los pies que el saque es considerable, solo hay que ver la foto.

Después de risas y mas risas de las de miedo, o sea que del miedo que tienes solo haces que reírte, probamos unos cuantos bloques que estaban al lado, en un bloque llamado Balón de Fútbol.

Aquí vamos calentando poquito a poco, primero un bloque de salida de sentado en el que luego te encoges un poco, luego una placa de cuarto, otra placa de 6a que después de encontrar el punto de flow sale bien y terminamos poniendo los ojitos en un espolón que también sale sin problemas, pero con mucho miedo otra vez. La verdad que aun siendo un bloque fácil, es alto y la caída en algún momento parece mala.

Después de un buen rato jugando con este bolo nos acercamos a un bloque mítico, KARMITA 6c, que venia con muchas ganas de volver a probar, pero esta vez me sorprende como está de pulido el pie izquierdo que tantas veces se habrá usado para probar y probar. Es cristal, si, cristal puro, tan pulido que cada vez que intento poner el pie sale escupido hacia fuera y yo hacia abajo, sera que no lo aprieto lo suficiente. El caso es que me desanimo y para levantar el animo, en lo que Donatello se da un descanso, pruebo el que esta al lado y que también es 6c. Es en ese momento en el que aparecen por allí un ejercito de niños venidos de algún colegio a pasar el día y se quedan mirando a la espera de sacar su bocadillo y dar palmas viendo como yo no saco el bloque.

Me pone nervioso que me miren cuando escalo y esta claro que en esas condiciones el resultado va a ser siempre el mismo, suspenso... Hasta que llega mi salvador entre risas de Donatello llamándome asocial, un profe que junta a los niños y les explica reuniéndolos un poco mas lejos de nosotros, pero lo suficientemente cerca como para escuchar la disertación, lo que es la DISTANCIA DE CORTESÍA. Nos quedamos expectantes por saber lo que es eso, me pregunta a mi Donatello... ¿y que es la distancia de cortesía?, explicándole en mi extenso y amplio conocimiento del castellano...¡joder pues que me dejen escalar tranquilo!. Mas risas, se marchan los niños y solo hace falta un pegue para salir por arriba.

Con Donatello ya descansado probamos dos problemas mas que hay en ese bloque, uno de patatas y otro una fisura muy bonita. Aquí pasamos otro rato bueno dejando que pase el tiempo sin darnos cuenta de que estaba pasando de verdad y comentando que en el día  habíamos probado muchos bloques con altura, por lo que decidimos buscar alguno que no lo fuera tanto, por compensar.

Lo que encontramos fueron de esos bolos que son mas pequeños que tu y en los que te partes el espinazo para poder salir de sentado comiéndote las rodillas o los tobillos, pero bueno, a sufrir toca en el país de los hobbits.

Después de hacer de amebas un rato nos sentamos a disfrutar de unos frutos secos y del sol que nos aplatana, por lo que decidimos buscar otra zona nueva con mas bloques donde finalizar el día. La verdad que nos sigue sorprendiendo lo pulido que están la mayoría de los pasos que vamos encontrando a medida que vamos viendo bloques y bloques, como si se tratase de un museo, y en parte así es. Nos decidimos por hacer unos bloques fáciles dentro del mismo sector, pero no encontramos ninguno que nos llame especialmente la atención y seguimos buscando hasta que vamos a parar o otros cercanos al segundo parking.

Los bloques se llaman Hueco Tanks e Inspector Gadget. Aquí después de ver todas los posibilidades que ofrece probamos sin saber realmente lo que estábamos haciendo. No sabemos si es el 6b, el 6c o que, así que para despejar dudas lo hacemos todo y fuera, de manera que ya veremos mas adelante lo que hemos hecho. O no, que mas da, realmente lo que queríamos era escalar y es lo que hemos estado haciendo durante todo el día, un día completo en un sitio que merece la pena volver a visitar sin tardar mucho. Nos vamos para la furgo y comemos algo tranquilamente sentados en una mesa de las muchas que hay, tirando alguna que otra miga de pan a los pájaros que comienzan a aparecer a ver que pasa, como los niños de esa excursión, si, la de por la mañana, dejándonos igual que los chavales esa distancia de cortesía que hace que se ganen sus miguitas de pan.